¿Y SI… AHORA PUEDO?
Recuerdo aquel día que vi al pequeño Asier intentando levantar con todas sus ganas un enorme garrafón de agua, que abultaba el doble que él. Ahí estaba dedicado en su misión, agarrando el asa con ahínco y estirando para arriba, una y otra vez, y la garrafa insensible al empeño que ponía el joven no se movía ni un centímetro del suelo. Pero él no se desilusionaba, y seguía y seguía como si su vida dependiera de conseguir alzar ese peso.
Este episodio me recordó la “teoría de la indefensión aprendida” que estudiaba en psicología, siendo el investigador Martin Seligman quién la descubrió, definiéndola como un estado psicológico de un ser humano o animal que ha aprendido a comportarse pasivamente ante las situaciones, teniendo la sensación subjetiva de no poder hacer nada y llegando a no responder a éstas a pesar de que existen oportunidades reales de cambio.
Si Asier en ese momento y en sucesivos intentos de levantar la garrafa, se hubiera dado por vencido al pensar que jamás lograría alcanzar su objetivo, habría sido presa de esta indefensión aprendida. En su día él con su fuerza no tenía posibilidad alguna de elevarla, pero conforme fuera creciendo ya tendría los recursos suficientes para poder hacerlo. Os lo imagináis hecho un adolescente, con cuerpo atlético y musculoso ante un garrafón de cinco kilos, mirándolo impotente y diciendo que no puede colocarlo en una estantería porque pesa demasiado.
Puede parecer una situación cómica, pero de hecho nos ocurre a cada uno de nosotros más de lo que suponemos, ya que un día aprendimos que no podíamos hacer algo porque en ese instante carecíamos de las habilidades necesarias, y ahora que las hemos adquirido, seguimos creyendo erróneamente que no somos capaces y ni siquiera lo intentamos para corroborar que ahora sí, ahora sí que se puede.
La forma de actuar ante las adversidades de las personas que vivencian esta indefensión, queda limitada a la paralización, bloqueo, huida, evitación o simplemente, el no afrontamiento. La autoestima se ve afectada negativamente y se genera un sentimiento de desesperanza, de falta de control sobre el ambiente y sobre las circunstancias que les rodean.
Seligman y Overmaier fueron de los primeros investigadores que se plantearon la cuestión sobre por qué un animal o una persona que sufría en sus propias carnes condiciones adversas y dolorosas constantes no hacía nada para abandonar dicha situación. Este hallazgo fue reportado en investigaciones con perros, y fueron seguidos posteriormente por algunos investigadores como Watson y Ramey, que estudiaron la indefensión aprendida en seres humanos.
Posteriormente se reformuló la teoría, Bernard Weiner consideró la influencia de la interpretación y la percepción que cada individuo tiene del evento en el desarrollo de la indefensión y también en la forma de afrontarla. El estilo atribucional es la manera en la que cada uno se explica las cosas que le ocurren, de manera que si ante sucesos negativos las atribuciones son internas (dependen de nosotros), estables (pasan siempre) y globales (suceden en todas situaciones), hay una elevada probabilidad de desarrollar indefensión bajo situaciones de estrés.
Ahora dedica unos minutos a reflexionar si en alguna ocasión has sentido esa indefensión, qué explicaciones has dado a lo que te ocurría y cómo has actuado ante ellas.
(Te recomiendo leer el cuento “El elefante encadenado” de Jorge Bucay que refleja muy bien el tema tratado).