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¿TE QUITAS EL ABRIGO?

Ali er[endif]--a un hada que provenía de una zona muy cálida y fue a explorar mundo. Viajo y viajo durante días y llego a Ciudad Nevada, donde conoció a Ray y se hicieron buenos amigos. El primer día que fueron de excursión, salió con un vestidito de verano para sorpresa de su acompañante que iba bien abrigado. La pequeña no disfrutó de la belleza del paisaje, ya que el frío hasta entonces desconocido para ella se adentraba en cada poro de su piel. Llegada la noche sintió que se moría, la garganta le dolía, no paraba de estornudar y la cabeza le iba a estallar. Llorando dijo que había llegado su hora, que era su fin y que le dejaba todos sus juguetes a su compañero, quién riéndose a carcajadas le aclaró que lo que tenía era un simple constipado y que de esa sobreviviría.![endif]--

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Ali pasó semana y media sin moverse de casa, lo que a ella le pareció una eternidad. Una mañana al levantarse, descubrió con gran sorpresa una caja envuelta en papel dorado y un precioso lazo rojo, salto enérgicamente de la cama y corrió a desenvolverla, al abrirla encontró un bonito y suave abrigo azul. Ray le dijo que si se lo ponía cuando salieran no correría el riesgo de volver a pillar un catarro como el de antes y sin pensárselo dos veces, dio un brinco y grito, una y no más, jamás volveré a pasar frío.


Aunque al principio se sintió bastante extraña con esa pesada prenda sobre su diminuto cuerpo, ya que apenas solía llevar dos trapitos de ropa, con el tiempo empezó a gustarle la sensación de calor, ya podía disfrutar de las vistas, de jugar con la nieve y respirar aire fresco. Que bien se lo pasaba y todo gracias a ese abrigo maravilloso que la cuidaba y era tan amoroso y calentito que raramente se lo quitaba. Le cogió tanto cariño que le puso el nombre de Mimosin.


Los chiquillos en busca de aventuras se adentraron en las Playas de Fuego, donde las temperaturas alcanzaban la mínima de cuarenta grados. Ray que nunca antes había experimentado semejante calor y acostumbrado a llevar gersey, zamarra, bufanda y guantes, sin dudarlo, se despojó rápidamente de todo y se adaptó a las nuevas circunstancias, quedándose con una fina camiseta y un short. Sin embargo, el hadita fue incapaz de deshacerse de Mimosin a pesar de sudar sin cesar y empezar a marearse.


No, no y no, no quería desprenderse de lo que le había protegido tiempo atrás, lo que le había salvado de la muerte, quitárselo no era una opción, el abrigo formaba parte de su ser. Y así, mientras Ray se deleitaba con el tacto de la arena y el agua deslizándose por su blanquecina tez, Ali tan sólo era una mera espectadora de la experiencia que se estaba perdiendo.

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