50 SOMBRAS DE MI
Todos nosotros nos definimos con una serie de características. “Mujer, española, psicóloga. Soy activa, trabajadora, alegre, amante de los animales,…”. A cada una de ellas, precedió, en su momento, una decisión, optándose entre varias posibilidades, de manera que cada uno nos identificamos con unas forma de ser y otras pasan a descartarse. De una identificación suele derivarse rápidamente también una valoración subjetiva. “En la vida hay que ser activo y trabajador; no es bueno ser pasivo y vago”. Y por más que esta opinión se sustente con argumentos y teorías, esta valoración no pasa de ser subjetiva.
Llamamos SOMBRA según Carl Jung, a la suma de todas las facetas de la realidad que el individuo no reconoce o no quiere reconocer en sí y que por consiguiente descarta.
Por lo tanto, cada identificación que se basa en una decisión descarta un polo. Todo lo que nosotros no queremos ser, lo que no queremos admitir en nuestra identidad, forma nuestro negativo, nuestra sombra. Por lo que el repudio de algunas de las posibilidades no las hace desaparecer sino que sólo las destierra de la identificación o de la conciencia.
El no soy ha quitado de nuestra vista una parte, pero no la ha eliminado, la parte descartada vive desde ahora en la sombra de nuestra conciencia. Del mismo modo que los niños creen que cerrando los ojos se hacen invisibles, las personas imaginan que es posible librase de la mitad de la realidad por el procedimiento de no reconocerse en ella.
Cada persona llegamos al mundo con un conjunto de potencialidades, con unas emociones básicas y universales, experimentamos diversos sentimientos y todo este bagaje con el que hemos venido, conforme vamos creciendo, aprendemos, que en nuestra familia, cultura,… hay emociones y conductas más permitidas, valoradas, y otras incluso hasta censuradas. Así pues, el niño para adaptarse a su entorno se identificará con aquello que le reporte beneficios y eliminará aquellas partes que le hacen sentir mal y de adultos probablemente seguiremos identificándonos con lo mismo, sin a veces replantearnos, que realmente somos mucho más de lo que creemos ser.
De forma que todos nosotros vamos con un saco a nuestras espaldas donde ponemos las partes con las que no nos identificamos, lo que no nos gusta de nosotros, lo que no queremos ver. Lo que hay en este saco es nuestra sombra, la parta oscura y valorada negativamente por nosotros, aunque realmente no sea así.
La sombra es parte del psiquismo inconsciente de la persona, contigua a la experiencia aunque no necesariamente aceptado por ella y es sólo negativa desde el punto de vista de la conciencia.
Al igual que para ver nuestro rostro necesitamos de un espejo, para conocer nuestra sombra, necesitamos de otras personas.
Existen por lo menos cinco eficaces métodos de observarnos a nosotros mismos y aprender algo sobre nuestra sombra.
Desvelar el contenido de nuestras proyecciones (tanto positivas como negativas). Siendo estas un mecanismo de defensa en el que atribuimos a otras personas nuestras propias virtudes o defectos.
Solicitar la imagen que de nosotros tienen los demás.
Examinar los lapsus verbales y conductuales que cometemos e investigar lo que ocurre cuando los demás nos perciben de modo diferente a como lo hacemos nosotros.
Investigar nuestro sentido del humor y nuestras identificaciones.
Analizar nuestros sueños, ensueños y fantasías.
Así pues, cuanto más conozcamos nuestra sombra, cuanto más saquemos lo que hay dentro del saco y seamos capaces de identificarnos con todo aquello que realmente somos, seremos personas más integradas, podremos hacer uso de muchos más recursos sin limitarnos a los conocidos, desarrollaremos todo nuestro potencial y dispondremos de mayor energía para ser quién somos.
Jung “La sombra solo es peligrosa cuando no le prestamos debida atención”.